Por Weatherman

Algunos resultados los vimos y andan frescos aún: De la Rúa y las coimas en el Congreso, luego mandando a “despejar” la plaza (matar manifestantes), Ibarra y la caja de la noche porteña que llevó a Cromañón, y pueden seguir las firmas. Así ganó K las elecciones, y por comparación con “el pasado” salió ganando, mientras reproducía el mismo modelo de salida-de-la-crisis-venimos-del-infierno en el que ganan los que más ganaban, y los demás esperemos el derrame. Hoy, esta lógica no sólo no se relajó sino que está exacerbada hasta la banalidad.
Qué mejor “enemigo” como oponente que Mauricio Macri, hijo de empresario enriquecido con la dictadura y contratos del Estado, un niño bien, cheto de formación casi nula e ideología reaccionaria, sin vuelo intelectual ni moral de peso. Si lo sabrá Ibarra, quien debe agradecerle su victoria en 2003 (derrota en primera vuelta) precisamente a Macri. Por ello, a lo largo de todo el año pasado el comité kirchnerista se encargó de instalar al presidente de Boca como “el enemigo”, buscando imponer una dicotomía entre “ellos o nosotros” que es falsa pero prendió en el ¿progresismo?.
Lopez Murphy, igual de reaccionario pero con mucho más capital intelectual vio desaparecer su nombre de la prensa, y Lavagna nunca alcanzó a ocupar un lugar importante como “oposición”. Por eso andan trinando en el gobierno nacional, se les bajó el mejor oponente que va a la Ciudad. Por suerte, Scioli parecería estar menos a la derecha que Blumberg. Por su parte, quienes están a la izquierda del gobierno se vieron anulados completamente de la escena, en parte por propia impericia. Las elecciones se presentan, en la Ciudad y la Nación, otra vez como un falso dilema en el cual el discurso con propuestas está ausente (todos aseguran, más o menos, el mismo rumbo económico) y la falta de respeto al ciudadano continúa a la orden del día. Los “males menores” no se fueron, se quedaron todos.
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