jueves, 22 de marzo de 2007

Más de cien palabras, más de cien motivos para gritar Nunca Más!

Imagen: Carolina Butron Ávalos - Red Eco Alternativo
Por Gonzalo Besteiro-Red Eco Alternativo


Por estos 31 años, que muchos no llegaron ni llegarán a cumplir. Por las 30.000 voces que pretendieron silenciar. Por los 30.000 hijos, padres, madres, hermanos, hermanas, tíos, docentes, amigos que nos arrebataron. Por los sueños que se fueron con ellos. Por la libertad que nos coartaron. Por las ilusiones que se rompieron como cristal, cuando sonaron los disparos de nieve, el rugido de los cañones, cuando sonó la hora de los falsos profetas. Por la cobardía con que actuaron los garantes del orden. Por la frialdad con que calcularon cada uno de sus actos atroces. Por la impunidad de la que siguen gozando hoy en día. Por los gritos en la ESMA. Por los llantos en el Olimpo, en el Vesubio, en el Club Atlético, en La Perla, en El Banco, en el Pozo de Bánfield. Por la sangre en tantos otros horrendos lugares. Por los que se quebraron, y hablaron. Por los que resistieron, y callaron. Por los que no tenían nada que callar, o nada que decir.
Por los que no llegaron a abrir la boca. Por los que lloraron, por los que se mearon, por los que se cagaron. Por los que se besaron, se abrazaron o estrecharon sus manos. Por los que vieron la luz, -escalofriante paradoja- en medio de tanta oscuridad. Por la lucha trunca por un mundo distinto. Por las ideas, que no se matan. Por el otro genocidio, el silencioso, el que pusieron en el plazo fijo, ese que sigue dando intereses. El genocidio de todos los días, el que mata de hambre, el que mata de frío. El que derriba escuelas, el que siembra analfabetos, el que alambra la tierra que no le pertenece. Por ese (por este) proyecto macabro de un país para unos pocos. Por el engaño, la mentira, el ocultamiento. Por la censura. Por el comunicado número 1 y por el último de todos. Por los que golpearon las puertas de los cuarteles. Por los que aplaudieron aquel 24 de marzo nefasto. Por los que hicieron oídos sordos. Por lo que dijeron, tergiversaron u omitieron los medios.

Por esos mismos medios que hoy ponen al aire documentales y sacan suplementos especiales, y que al día siguiente, en sus portadas, recibían con esperanza la nueva etapa de la historia de la Nación. Por los curas que confesaban a las bestias, que les daban la comunión. Por esa iglesia cómplice, que callaba y asentía. Por los médicos que tomaban el pulso, y daban el OK para seguir con la tortura. Por los ideólogos que operaron desde las sombras, y que querían un país en penumbras, sin discusión, sin luchas, sin entendimiento, sin solidaridad. Por esos mismos ideólogos que, en versiones remozadas, seguimos viendo en las pantallas de televisión. Por la mierda que sigue al sol, y sigue dando olor. Por los goles que taparon los gritos. Por la inocencia, maldita inocencia de Kempes, Luque y cia. Por los papelitos de Clemente. Por mi viejo, que corrió en Ezeiza, y que hace un tiempo me confesó: “cómo me comí la del Mundial”. Por los pibes de Malvinas, por los designios de un loco borracho, por los que llenaron la Plaza agitando las banderitas. Por la falacia del “estamos ganando”. Por la barbarie de pretenderse "derechos y humanos".

Por las verdades que nos robaron. Por las palabras que podrían haberse dicho y nunca se dirán. Por Haroldo Conti y Héctor G. Oesterheld. Por Paco Urondo, por Raymundo Gleyzer. Por Rodolfo Walsh, ejemplo de dignidad, de coherencia y de lucha para todos aquellos que buscamos hacer de la palabra y la verdad, nuestras armas para construir un futuro más justo; al fin y al cabo, noble ejemplo para todos los argentinos. Por todos los que empuñaron una cámara, una pluma, un pincel, creyendo que también podían ser armas, tan certeras como los fusiles. Por todos esos nombres que, de tantos, no puedo nombrar aquí. Por las monjas francesas, por los padres palotinos, por monseñor Enrique Angelelli, que luchó por un Cristo con los pies en la tierra que pisan los hombres. Por aquellos que creyeron que la cruz no debía acompañar a la espada, sino ponerse del lado de los sometidos, los marginados, los olvidados.

Por las madres (y los padres) que perdieron a sus hijos, por las abuelas que perdieron a sus nietos, por los hijos que perdieron a sus padres, y perdieron su identidad. Por aquellos que la recuperaron, y por las abuelas que los recuperaron. Por Azucena Villaflor, Mary Ponce y Esther Balestrino, que se fueron con ellos. Por todos aquellos que siguen esperando. Por los que mataron antes los secuaces del brujo. Por las patotas que acribillaban a plena luz del día. Por Carlos Mujica. Por los fusilados de José León Suarez, los de Trelew. Por las bombas que cayeron sobre las cabezas inocentes en la Plaza de Mayo varios años antes. Por la noche oscura del
Ingenio Ledesma. Por Luis Aredez, y por su mujer, Olga, que mostró el camino a muchas otras mujeres, con sus solitarias vueltas a la plaza de Libertador General San Martín.Por los que fueron secuestrados, torturados y muertos en cada punto del país.

Por los que cayeron del otro lado de la cordillera, bajo el mismo fuego. Por la vida segada en La Moneda, por el poeta al que le cortaron las manos. Por los que cayeron del otro lado del río, y todos los que regaron con su sangre nuestra América Latina, morena y hermosa, que quisieron herir de muerte, pero que sigue resistiendo, luchando, estoica y con la frente en alto. Por la infame obediencia debida, por el imposible punto final. Por el indulto que digitó un nefasto presidente, perdón que no compartimos, no avalamos, ni va a existir jamás. Por los muertos de la democracia, los de la corrupción, los de la impunidad. Por José Luis Cabezas, por los del 19 y 20 de diciembre de 2001, los de Mosconi, Tartagal, Cutral-Co. Por Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Por los testigos que fueron silenciados cada vez que osaron denunciar los negocios de poder y muerte de ese nefasto presidente que gobernó el país durante 10 largos años. Por tantos y tantos que cayeron.

Por los genocidas y torturadores que nos siguieron gobernando. Por los Bussi, los Juárez, los Patti. Por una deuda externa ilegítima, que creció desmesuradamente con la dictadura, sólo para abultar los bolsillos de unos pocos, y que se sigue pagando a costa del hambre del pueblo. Por los empresarios que se enriquecieron negociando con los represores, los mismos empresarios que conforman hoy la “industria nacional”, y que salen en las revistas de la farándula, mostrandos sus barcos y sus casas de campo. Por una gran parte de la sociedad que sigue mirándose el ombligo; y tocándose el bolsillo. Por los derechos humanos que se siguen violando, en una democracia que parece incuestionable. Por los presos encarcelados por luchar por un presente más justo y digno. Por los trabajadores sometidos a condiciones precarias, cobrando sueldos miserables. Por los niños que no tienen techo, ni escuela, ni leche, ni sueños.

Por los que caen bajo las balas del gatillo fácil, en los barrios y en las villas. Por los que caen en la calle por el paco, por las chicas que se prostituyen para conseguirlo, por quienes sostienen el negocio deteniéndose en las esquinas y bajando sus ventanillas de vidrios polarizados. Por la connivencia entre empresarios, políticos, policías y narcos. Por los que se hacinan en escuelas y universidades, en trenes y en hospitales. Por los que se enfrentan a las topadoras y a los alambres de púas, por los que mueren por la negligencia criminal de las industrias que contaminan el aire, el agua y el suelo. Por la vida que le están negando a las generaciones que vendrán. Por los pueblos originarios de América, despojados y sometidos durante 500 años, por sus hijos y los hijos de sus hijos que luchan y lucharán por las tierras que legítimamente les pertenecen. Por los campesinos que pelean también por sus tierras, por sus techos y por el alimento de sus familias. Por todos los que siguen empuñando sueños a lo largo y ancho del país y del continente.

Porque parte de aquel aparato represivo asesino sigue funcionando. Por los golpes y torturas en comisarias y cárceles. Por la impunidad con que operan ciertos sectores de las fuerzas de seguridad. Por los genocidas sueltos que aun se creen intocables. Por un grupo de imbéciles que reivindican el terror con argumentos siniestros, con mentiras y aprietes. Por esa iglesia que sigue estando del mismo lado, el de los poderosos. Por Jorge Julio López, por su aparición con vida y porque no queremos más desaparecidos. Por Luis Gerez y todos los otrosdesaparecidos anónimos, que no salen en los diarios ni tienen quien los reclame. Por las mentiras, por la inoperancia, y la ineficiencia de quienes debieron y deben actuar. Por la complicidad de algunos medios y de muchos políticos. Por la noche más larga de nuestra corta historia. Por los que no la vivimos, pero la sentimos acá dentro. Por lo que duele y lo que ahoga. Por esta lágrima que rueda por mi mejilla. Por un país que quisieron poner de rodillas, pero que se levanta. Por mis sueños, tus sueños, nuestros sueños. Sueños que quisieron borrar de un plumazo, arrojándolos al río en bolsas de harpillera. Sueño de una patria enorme para todos. Sin miedo, sin hambre, sin desocupados, sin explotación, sin marginación. Con escuelas que abran sus puertas, con pizarrones que enseñen que la memoria es la garantía que tienen los pueblos para que la historia macabra no se repita. Con plazas y parques sin alambrados, con chicos que jueguen y corran libremente. Con una Universidad del Pueblo, no para unos pocos, donde se piense, se discuta, se cuestione, se planee, se construya. Un país que se apasione tanto por su realidad y por aquellos que la pasan mal, como por un mundial.

Por los que faltan, pero viven en nosotros. Por las manos que se siguen estrechando. Por los que nacen cada día. Por ese amor que “es tenaz y vuelve a salir como el sol”. Por los que todavía cantamos. Por los que todavía siguen. Por una plaza colmada con los puños en alto, gritando y deseando que no se repita. Por la sonrisa de los pibes, por la serenidad de los viejos. Por las banderas que flamean bien alto. Por un pueblo unido, desde Ushuaia a La Quiaca; y por qué no, hasta el río Bravo. Por la justicia, por la memoria, por el pasado y por el futuro. Por la realidad... hecha sueño.

Por todo esto, y por mucho más, grito Nunca Más, gritamos Nunca Más.

“El pasado es siempre una morada, y no hay olvido capaz de demolerla”
Mario Benedetti

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